¡Tu web de Rock!
   
 
  Metallica y Motorhead - Rock in Rio, Madrid, 14 de junio de 2010
    
     A eso de las 01:53 horas de la madrugada del lunes al martes, puedo asegurar y aseguro, puedo prometer y prometo, que circulando a 207 kilómetros por hora en la A-3 sentido Madrid, punto kilométrico 19,1, escuchando el Metal Militia a volumen debastador, mi Hyundia i-30 rojo, matrícula 6666 GLK, despegó cual Delorean dejando tras de sí 300 metros de llamas de lo más jevata para estupor del resto de conductores quienes, lejos de asustarse, sacaron medio cuerpo por sus correspondientes ventanillas para saludar nuestro vuelo con bonitos cuernos y ensordecedores aullidos de aprobación. Yeeeeeees!!

     Ya a considerable altura pero apenas un par de minutos después, fuimos interceptados por un helicóptero de la Guardia Civil, con sus correspondientes tricornios con bigote, el cual se empeñó en hacernos señales que no sabíamos muy bien cómo interpretar hasta que decidieron efectuar cuatro disparos al aire con la intención de disuadirnos. No los escuchamos, imposible desde el interior de nuestra cápsula metalera a toda pastilla, pero nos acojonaron los fogonazos, de manera que decidí poner la reversa y detener la máquina en el arcén, entre los pitidos de nuestros compañeros de autovía, sin duda de nuestro lado en el contencioso.

     "¿Me pueden decir qué coño estaban haciendo allí arriba?" "Íbamos escuchando el Kill 'em All y simplemente despegamos, agente". "Ya, ¿pero me puedes negar que ibas haciendo el Lars Ulrich al volante? Tocando la batería imaginaria, pegando saltitos en el asiento, mascando chicle, saludando a tu alrededor, mirando hacia los lados y hacia el cielo, pero nunca a la carretera..." "No, agente, eso no se lo puedo negar". "Hijo, tengo aquí el código de circulación y te voy a decir ahora mismo cual es el castigo concreto por hacer el Lars Ulrich al volante: seis puntos y 69 euros de multa, a no ser que casualmente estuvieras marcándote un Wiplash. En ese caso quedas exento. Qué, cómo te quedas".

     Sin solución de continuidad, con el motor en marcha a 9.000 revoluciones pero con el freno de mano echado, le lanzamos al representante de la ley los billetes de la multa a la cara por valor de 70 euros (¡un eurito de propina para pacharán, miserable!) mientras las ventanillas de nuestro vehículo de nuevo temblaban ante los primeros compases del Sad but true. Tan tatatata tan tatatata!! Y todos a handbanguear las cabezas en plan Wayne's World con las luces de la ciudad al fondo, en esta ocasión a 119 por hora para evitar que de nuevo algún protozó con placa nos cortara el rollo, si acaso eso fuera o fuese posible. Que no.


     La historia comenzó unas horas antes, en un lunes con sabor a viernes, con las huestes del metal tomando al asalto, por fin, esa cosa obscena que es Rock in Rio. Da gusto involucrarse en una mierda de este tamaño rodeado de tu gente, de camisetas de Metallica, Motorhead, Aerosmith, Led Zeppelin, Black Crowes, Scorpions, Slayer... ni una de Bon Jovi, ¡ni una, es eso posible! Graciosos los melenudos con las zamarras de Rock in Rio con los nombres de Motorhead, Shakira y David Guetta destacados a la espalda... gracioso todo. Porque los rockeros también se suben a la noria y se tiran por la tirolina. Enseñándonos el dedito corazón y tocándose los genitales, sí, pero se tiran, felices y contentos. Si hay que ir se va, ir pa na, es tontería.

      En estas sale El Pirata, mítico locutor del 'movimiento', pide un aplauso para el recientemente fallecido Ronnie James Dio y miles de cuernos le saludan, sin saber en realidad si dirigirse hacia el cielo o hacia el infierno. Para cuando aparece Lemmy al frente de sus Motorhead ya todo el mundo tiene claro que hay que señalar al subsuelo. Eso suena como el averno, aunque se echa en falta comparar con cómo sonarían en una sala cerrada. Se le pueden poner todos los calificativos que a uno se le ocurran, pero siempre tendrán que ver con la virilidad, musculosidad, fuerza, rabia... una detrás de otra, venga riff de guitarra plomizo, venga batería desbordada.

     Porque cómo mola el batería de los Motor. Molan sus mechas, mola su pinta, mola un huevo cómo se lo monta (menudo solo de batería se marcó el colega ante la estupefacción generalizada). Un rato después confirmaríamos que esta era una noche de bateristas con pegada, de hombres, nada de niñas jugando a ser estrellas del rock. No, no, aquí están Motorhead y ellos hacen rocanrol. A sus 64 años Lemmy ha alcanzado ese estatus (hace tiempo ya) de mito viviente que con su sola presencia llena de expectativas a los presentes. Con él al frente puede pasar cualquier cosa.

     Es algo más de una hora de rock machacón e inapelable...son incomparables, son Motorhead. Se piran con Ace of spades y Overkill, sonando a lo bestia cual martillo pilón gracias a la impagable ayuda de Andreas Kisser (de Sepultura).


     Pero si pensabas que los del sexagenario Kilimister sonaban alto, los pipas de Metallica ya se encargan de avisarte para que vayas corriendo a ponerte los tapones. Sólo la prueba de sonido ya acojona. Y en esas sale Lars, el bueno de Lars, el amado Lars, el odiado Lars, el deslenguado Lars, se marca el redoble de Creeping Death y se nos torran a todos las cejas y se nos ponen los pelos de punta. De hecho, huelga decir que ya antes se nos habían puesto los pelos de punta con la introducción de El Bueno, el feo y el malo, un clásico de una epicidad difícil de igualar.

     El sonido es tan tan tan brutal y espectacular que hacen que los Motorhead parezcan los Porretas. For whom the bell tolls arrolla, subyuga, y uno entiende por qué los talibanes desconocedores del metal occidental se acojonan al escuchar esto a todo volumen. Es una auténtica barbaridad. La batería suena alta, muy alta. El ego de Lars no permitiría otra cosa, pero es que todo suena alto. ¿Muy alto? No, joder, eso nunca. De hecho, yo lo subiría un poquito. Ya te lo dice James Hetfield (also known as Ronald Koeman), ellos son the loudest band in this festival.

     Hay una camaradería especial en los conciertos de Metallica. A estas alturas ya es indiscutible que con la banda de heavy más grande de la historia (es absurdo pensar que clásicos de décadas pasadas están por encima), y cuando tocan Fade to black el lugar adquiere una atmósfera mítica. Brazos abiertos al cielo, el respetable coreando los solos, meneando las cabezas. Los años no perdonan y ya antes de finalizar el concierto muchos tendrán un insoportable dolor de cervicales, pero... bah, y qué! Y mientras me meneo te toco un punteo qué te cagas con mi guitarra. ¡Mira mira!

     Sad but true sonó como lo que es, un clásico ya atemporal. La banda parece divertirse de lo lindo. Es curioso cómo se han rehabilitado después de aquellos años de zozobra desde la mitad de los noventa hasta casi la mitad de la presente década. Porque en esta época Death Magnetic han recuperado el trono y se les nota más poderosos que nunca. Ignoro cómo fue su legendario concierto en el estadio del Rayo Vallecano en 1993, seguramente insuperable, vale, pero anoche los de San Francisco volvieron a poner de rodillas al público madrileño, avasallándolo, forzándolo, violándolo (cuatro renegados sin alma que lo vieron por la tele te dirán que el concierto fue una ful, pero tu que estuviste allí sabes bien cual es la verdad). El subidón es tal que la pregunta es obligada: ¿y si jugamos a que mañana es sábado? Y que sea lo que dios quiera al amanecer...

     Sacan delante nuestra a algunos chavales arrastrando los pies, comatosos por la mezcla de alcohol, sudor y metal. Ese enorme alegato antibelicista que es One llega precedido de la habitual pirotecnia durante la cual el público no para de gritar y berrear. Sin solución de continuidad suena Master of puppets, recibido con manos en la cabeza de incredulidad. Metallica suenan como tres veces más alto que Bon Jovi, como el doble de alto que Motorhead (por comparar con otros que han tocado por aquí), te aprietan la yugular y sólo te sueltan cuando estás cerca de perder la consciencia. Kirk Hammet no para, traste arriba traste abajo, guitar hero que alcanza las más altas cotas cuando luce con su Gibson Les Paul dorada. La guitarra más bella jamás ideada.

     Los puristas del trash no lo reconocerán, pero el mejor álbum de Metallica es el negro. Nothing else matters emociona, se ven mecheros incluso (pero pocos, esta moda pasó a la historia hace mucho) y con el rugido final a más de uno se le quiebran las rodillas. Pero como las tiene calientes, aún se mantiene en pie para darlo todo en Enter Sandman, el clásico de la banda para las fm, la canción con la que lograron abrirse al mundo y convertirse en vendedores multiplatinos. James está de buen humor y nos enseña una púa con el logo de Metallica por las pantallas gigantes, como avisando que viene el coco... ¡y viene montado en un tres de mercancías!

     Fantaseo en este punto con la posibilidad de que Metallica hubieran sido mezclados, en un momento absolutamente oligofrénico, con Miley Cirus y el día ese de las familias. Habría sido maravilloso ver a cientos de niños llorando, muchos de ellos defecándose encima (como mi sobrino cuando le llevamos a ver a Dover cuando sólo tenía dos añitos, a finales de los noventa), corriendo por sus vidas, intentando escapar del escenario sin atreverse si quiera a mirar atrás, no sea que Robert Trujillo les atrapara entre sus fauces durante una de sus poses imposibles.

     De vuelta al mundo real, la familia aquí reunida quiere más y sabe que habrá más. Hasta que no suene Seek & Destroy de aquí no se mueve ni dios. Yo personalmente puedo encargarme de ello si lo deseais. Y suena, suena, y el personal se vacía en las últimas rampas, sabedor de que ya llega el merecido descanso del guerrero. Sorpresivamente titubean con tocar otra... por un momento me lo creo, aunque no esté en el guión. Pero no. Eso sí, se tiran cerca de diez minutos de un lado a otro del escenario, paseando, lanzando púas, saludando, agradeciendo. Y al final, las palabritas de rigor. Esta es la familia Metallica y Lars aúlla que esperan vernos de nuevo very fucking sooooon! ¿Otra vez, amiguitos? ¡Sí joder, sí! Da gusto sentirse parte de algo. Da gusto sentirse parte de algo como Metallica. Ellos nunca nos fallan.

Setlist Motorhead: Iron Fist, Stay Clean, Be My Baby, Rock Out, Metropolis, Over The Top, One Night Stand, Solo de guitarra, Thousand Names, Cradle to the grave, In The Name Of Tragedy, Solo de batería, Going To Brazil, Killed By Death, Ace of Spades, Overkill

Setlist Metallica: Creeping Death, For whom the bell tolls, Through the never, Disposable heroes, Fade to black, That was just your life, The end of the line. Sad but true, Welcome home (Sanitarium), Cyanide, One, Master of Puppets, Fight fire with fire, Nothing else matters, Enter sandman, Am I Evil?, Phantom Lord, Seek & Destroy


¡PRÓXIMAMENTE!
 
ANDRÉS CALAMARO en Madrid
 
16 de Septiembre en la Sala La Riviera...no te lo puedes perder!
GETAFE "EN VIVO"
 
30 de septiembre, 1 y 2 de octubre en Getafe. Recinto Getafe Open Air...no te lo puedes perder!
ENRIQUE BUNBURY en Madrid
 
1 de Diciembre, Palacio de los deportes...no te lo puedes perder!
 
Nos vemos en los bares... Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis